“Anna Karenina” diseños de Jacqueline Durran
Cuando se trata de crear diseños
para películas de época pareciese que el vestuarista compilase y documentase sus
obras basadas en lo que los cánones de ese espacio de tiempo en la historia le
establece, esto es tomando como fuente directa los ejemplares que se utilizaron
en ese periodo y recreándolo con la más perfecta fidelidad y austeridad
posible. Pero si hay algo que caracteriza el vestuario en cuestión no es
precisamente esa lealtad a su época. La fidelidad histórica no es algo que
preocupe a la diseñadora Jacqueline Durran, artífice del vestidor de la nueva
versión de Anna Karenina. En sus manos, los opulentos trajes de la Rusia
imperial adoptan siluetas de la costura de los años 50. «Un híbrido de las dos
eras», resume ella. Lejos de ser minimalistas, los vestidos de Anna respiran
una elegancia diáfana, más propia de la moda de postguerra que de la corte
rusa, donde el dramatismo se desarrolla en volúmenes medidos, cuerpos
encorsetados, polisones y una colección de tocados contemporáneos. «Enfaticé la
influencia de los años 50 para mostrar que no estaba cosiendo disfraces, sino
creando un estilo propio». Incluso hizo un vestido en denim. El resultado: una
versión estilizada –que no simplificada– del San Petersburgo de 1873.
Acertar con el vestuario de Anna
no tenía por qué ser una tarea especialmente compleja. Al fin y al cabo,
Tolstói dedicó mucha tinta a describir cada centímetro de tela. Hasta los accesorios
y el peinado se documentan al detalle en el libro: «Anna no iba de lila, sino
con un vestido de terciopelo negro cubierto de encaje veneciano que dejaba a la
vista el cuello y los hombros. En la cabeza, entre los mechones de pelo negro
–el suyo, sin adiciones falsas– llevaba una guirnalda de pensamientos y un
bouquet de las mismas prendido con un lazo en el fajín. Alrededor del cuello,
una hilera de perlas». Pero la visión de Joe Wright, el director, requería
ciertos ajustes. «A Joe le gusta estilizar las cosas para que sean creíbles,
pero también accesibles y atractivas para el ojo moderno. Como diseñadora de
vestuario, mi trabajo es recrear su visión», aclara Durran.
Se necesita un auténtico
visionario para hacer de un drama de época una declaración de moda». La
historiadora Marketa Uhlirova, hablaba en términos generales, pero eso es
exactamente lo que ha conseguido Jacqueline Durran. Puede que éste sea el
trabajo que el próximo domingo le dé, por fin, el Oscar. Fueron sus otras dos
producciones junto a Keira Knightley y Joe Wright, “Pride & Prejudice”
(2005) y “Atonement” (2007), las que le dieron la nominación a la estatuilla; y
la tercera promete ser la definitiva. «Solo estar nominada es un honor. Hago
este trabajo porque es mi pasión. Disfruto cada momento, sea bueno o malo,
fácil o difícil».
Como la clave de la producción de
Joe Wright está fundamentada en la teatralidad, Durran simplificó los vestidos
de la Rusia Imperial de 1873 despojándolos de ornamentos en beneficio de
procurar la silueta y tomando como referencia la alta costura de los años 50.
Durran dice que fue como coger un vestido de Dior y fusionarlo con otro de 1870
de Charles Frederick Worth.
Para diseñar el exquisito y
estilizado vestuario, Durran se inspiró en ejemplares de famosos modistos como
los franceses Dior, Lanvin, Jacques Faith y el español Balenciaga.
La paleta de colores empleado por
Jacqueline para éste compendio va desde los tonos oscuros como el vino tinto,
azul turquí y el mismísimo negro hasta los tonos pasteles. Uno de los trajes
más celebrados es el suntuoso vestido de baile de tafetán negro con el Anna
conquista a Vronsky y a los
moscovitas. Se trata de un atuendo diseñado en corte asimétrico, toques de tul
alrededor del cuello, cola recogida en el miriñaque y escote trasero muy
pronunciado. Otros tres vestidos de similares características y diversos tonos
fueron confeccionados para la protagonista del film, esto de forma simbólica
para demostrar el deterioro anímico del personaje. La misma sensibilidad,
algo anacrónica pero enormemente sugerente, justifica otra de las elecciones
más mediáticas de Durran: todas las joyas que luce la protagonista son piezas
auténticas de Chanel, tanto del archivo como de las colecciones actuales. El
objetivo es producir una impresión de suntuosidad, riqueza y elegancia que
enmarca el conflicto íntimo de Anna Karenina, y el resultado final es
exquisito, imaginativo y repleto de detalles tan exuberantes como las pieles,
los velos y los excéntricos tocados que luce el personaje interpretado por
Keira Knightley.
“Los Miserables” diseños de Paco Delgado
Continuando con la estela de las producciones de época nos encontramos con
la segunda nominada de la categoría: la portentosa versión cinematográfica de
Tom Hopper sobre el clásico de Víctor Hugo. Ambientada en la Francia
decimonónica en los tiempos de la revolución estudiantil contra la opresión del
Estado, Delgado tuvo inicialmente que realizar una concienzuda documentación
que le llevó a estudiar no sólo las indumentarias utilizadas en este periodo de
la historia francesa, la paleta de colores tradicionales, costumbrismos, sino
también a conjugar perfectamente el carácter expresionista de la producción con
la teatralidad de la puesta en escena. Por supuesto, lo primero que llama la atención es la enorme
dificultad y magnitud de diseñar el vestuario para una producción de estas
dimensiones, que lleva a cabo con solvencia. Pero también vale la pena prestar
atención a su tratamiento de los colores, al realismo con que recrea manchas,
jirones, suciedad y también al claro simbolismo que subyace a su empleo de los
colores de la bandera francesa. Por ejemplo, el personaje de Marius (Eddie
Redmayne) para confeccionar su chaqueta encontraron una vieja tela en un
mercadillo de Londres. Los partidarios de la revolución, contaba Delgado,
llevaban escarapelas, con los colores de la bandera francesa. Este personaje
era un miembro de la revuelta estudiantil contra la opresión del Estado. Los
colores de la bandera aparecen en la chaqueta roja de Enjolras en la barricada,
el vestido azul de Fantine en la fábrica, el vestido blanco de Cosette de su
boda y la ropa de Valjean de vagabundo.
Cuidaron el detalle. A partir de 1840 los pantalones tenían botones, no
cremallera. El color de los ojos de Eddie Redmayne, comenta el diseñador influyó
en el tono del pantalón. Le costó tiempo lograr ese color, con muchas pruebas
para conseguir el mismo tono azul, pero si te fijas coincide con el de sus
ojos. El director Tom Hopper le pidió a Delgado que fuera fiel a la época en la
que tiene acción la historia, el siglo XIX francés y al relato de Víctor Hugo.
El diseñador consciente del tamaño de la empresa y la fidelidad histórica que
le pidió el director, tomó como fuente de inspiración obras pictóricas de
reconocidos artistas del siglo XVIII como Delacroix y Goya. Delgado afirma "Son
el 90% de auténticos. Lo que cambiamos fue para hacerlo más atractivo en un
musical".
Con Fantine (Anne Hathaway) trabajaron con telas ceñidas y usaron
aerógrafos para oscurecer los lados de sus vestidos y hacer que pareciera más delgada
de lo que estaba. Su transformación es como la de Valjean (Jackman). Lleva un
sencillo vestido de muselina, a medida que se degrada su ropa está más sucia.
Consumida por la tisis viste colores más oscuros.
Jean Valjean (Hugh Jackman) comienza con su uniforme de preso rojo, un
color con el que los guardias veían a cualquiera que quisiera escapar. Es un
convicto sin esperanza, con ropa burda, barba. Y va evolucionando al ser
liberado, cuando es aceptado socialmente, con una paleta de colores más
sofisticada: a elegantes trajes cuando se convierte en alcalde. Sufre una transformación
física. Jackman también opinó: quería parecer más burgués y relajado al ser
alcalde, por eso se le añadió relleno en la tripa, se le acolcharon los trajes.
Para los trajes de los militares y oficiales, como el personaje de Russell
Crowe, Javert, quisieron que no parecieran disfraces sino uniformes. No
consiguieron encontrar el tipo exacto de algodón con el que se hacían los
trajes. A diferencia de Jackman, la ropa de Crowe se va oscureciendo. Los dos
hombres son la cara de la misma moneda, según Delgado, así que Javert pasa de
un azul claro a un azul oscuro, casi negro.
Para la pareja cómica, casi al estilo “Sweeny Todd”, Helena Bonham Carter y
Sacha Baron Cohen, Delgado los compara con una especie de dúo a lo Don Quijote
y Sancho. "La chaqueta probablemente la robase en una de sus guerras
napoleónicas y pretendió hacerse pasar por oficial".
En el caso de Cosette (en la edad adulta Amanda Seyfried) se utilizaron
colores muy frescos y brillantes y tejidos con flores, con un toque romántico.
De niña lleva harapos, mientras que Eponine parece una muñeca.. Diez años
después es todo lo contrario. "Es como Alicia en el espejo, comenta
Delgado, cada una ha cruzado al otro lado".
En general se mejoraron los colores. Para retratar estos casi 33 años de
historia, han participado sastres de hasta cuatro países: Inglaterra, Francia,
Italia y España. Se han producido hasta 2.200 trajes, la mayoría para retratar
las hordas de mendigos ("prostitutas, convictos, monjas, ricos,
pobres", explicaba en el pressbock del filme). "Confeccionábamos los
vestidos y luego los destruíamos para que parecieran viejos, como si hubiesen
sido usados durante 10 años". Usaron procesos químicos como blanquearlos y
decolorarlos, haciendo agujeros y lijándolos. A veces, usaron sopletes para
quemar el tejido.
"En una película de época se intenta reproducir la realidad con la
mayor precisión posible. Pero al tratarse de un musical, una situación irreal
de por sí, hemos intentado introducir algo de fantasía". Un trabajo
magnífico que podría ser premiado en la próxima ceremonia de los Oscar.
“Lincoln” diseños de Joanna Johnston
Si entre la lista de nominados de este año hay una diseñadora que se le
deba de reconocer por su intimista, detallado, pormenorizado y meticuloso
trabajo esa es Joanna Johnston. Colaboradora habitual en el cine de Spielberg y
Zemeckis, Joanna pasó varios meses estudiando hasta en el más mínimo detalle
cada uno de los aspectos que caracterizaron la moda estadounidense de 1850,
donde la crinolina estaba en su época dorada y los diseños voluminosos eran la
constante.
El grado de realismo de la propuesta de Joanna fue el resultado de una gran
jornada de documentación que incluyó un curso de tres semanas bajo la
orientación de la biógrafa Catherine Clinton, autora del libro “Mrs. Lincoln”
de la editorial HarperCollins. Otras fuentes y referencias utilizadas por la
diseñadora fueron las colecciones del Museo de Historia de Chicago, la
biblioteca del Congreso, el centro Presidencial Rutherford B. Hayes y el
Instituto Smithsonian.
Los estilos presidenciales de la familia Lincoln eran opuestos, según
concluye la diseñadora, mientras que el presidente obviamente no estaba
interesado en la moda, su esposa fue criticada por gastar demasiado en ella.
“Mary Todd no fue una gran observadora pero creo que su exceso de armazones,
adornos, prendas, tocados y sombreros le ayudaron a establecer un estilo”, “Me
fascina”, subraya Joanna.
El reto, dice, es que la primera dama y la actriz encargada de representarla
no se parecen entre sí. “Sally es demasiado delgada. Teníamos que poner un poco
de grasa en ella”, dice. Joanna encontró un vestido en el Museo de Historia de
Chicago y trabajó con el director de la colección Meghan Smith para ajustar los
detalles a la fisionomía de la intérprete. Joanna y Meghan encontraron que el
modelo conseguido en el museo chicaguense tenía 30 pulgadas en la parte más
reducida de la cintura por lo que Sally Field tuvo que someterse a una estricta
dieta (engordar) para solventar la diferencia.
Sólo hay una parte del cuerpo de Sally que revela su verdadera identidad y
son sus brazos, ya que si se revisan fotografías de la época se verá a una Mary
Todd Lincoln con unos guantes que parecen cortarle la normal circulación de la
sangre en sus regordetes brazos. “Sally no es así en absoluto”, dice Johnston.
Para diseñar el vestuario de Daniel Day-Lewis, Joanna aprovechó la
similitud tanto del actor como del personaje histórico en relación a la
estatura y fisionomía (ambos delgados). El punto de partida comenta la
diseñadora, fue un retrato del Instituto Smithsonian. "Me obsesioné por el
espacio entre la tela y el hombre. Tenía este vacío donde confluye la tela y la
carne. Yo estaba fascinada por la forma en que iba a traducir eso en un objeto
tridimensional. "
Su sastre, Michael Sloan le ayudó en las distintas facetas a las que tuvo
que someter prendas como los abrigos para darle ese acabado pesado y denso
observado en los retratos. Ella se apartó de la precisión histórica de su encargo,
sin embargo: en 1865, los abrigos formales de hombres habrían sido
exclusivamente negro, pero el color es difícil en pantalla. Para romper la densidad,
dio al elenco distintos tonos lóbregos aproximándose al negro. Para Lincoln,
eligió un color marrón oscuro. (Originalmente, se había imaginado su abrigo de
color verde).
Teniendo en cuenta que transcurría la mitad del siglo XIX, Joanna decidió
crear un look fuerte para cada personaje masculino. "En ese momento,
habría tenido un levita, tal vez dos corriendo en un momento dado. La gente no
tenía una gran cantidad de ropa como lo hacen ahora. No tenían tintorería. Eso
no quiere decir que encontró un período carente de estilo. La diseñadora dice
que quedó tan enamorada de las curvas del siglo XIX que quisiera hacer una
línea de ropa basada en la época.
También se interesó en accesorios de Lincoln. "Era un hombre zapatos
grandes", dice ella. "Las personas dijeron haber escuchado la parte
posterior de sus zapatillas batiendo mientras se dirigía por el pasillo."
Aquellos que han visto la película también pueden recordar que él era un hombre
apasionado por las capas. Al descubrir la envoltura del presidente en el Museo
de Historia de Chicago, Johnston agregó una reproducción al guardarropa de
Lincoln. "Daniel hizo su propio estilo, y creo que es simplemente
perfecto."
“Mirror Mirror” diseños de Eiko Ishioka
Luego de tres recorridos por diseños inspirados en una época concreta de la
historia de la humanidad, válgame decir que en hechos y fuentes reales,
llegamos a la primera cinta nominada a mejor vestuario ambientada en el mundo
de la fantasía. “Mirror Mirror” dirigida por Tarsem Singh y protagonizada por
Julia Roberts y Lily Collins está ambientada en el fantástico y malvado mundo
de Blancanieves idealizado por los hermanos Grimm.
En lo que ha sido calificado como la mejor elección de Singh para esta
producción, Eiko Ishioka popular diseñadora japonesa, fue contratada por el
equipo de producción de Relativity Media para que estuviera al frente del
departamento de vestuario de este film. Como cabría esperar del enorme derroche
creativo de esta gran artista los resultados no sólo sobrepasaron las
expectativas de los productores sino que se convirtió en un personaje tan o más
importante que los mismos actores encargados de darle vida a esta comedia.
Hablar
de Eiko Ishioka es hablar de la que ha sido la diseñadora de vestuario más
prodigiosa de las últimas décadas, autora de un trabajo tan absolutamente
icónico como fue Dracula de
Bram Stoker de Coppola, que le valió el Oscar en 1993 y que hoy en
día sigue siendo un auténtico hito. Dotada de una extraordinaria creatividad,
Ishioka se prodigó poco y, en las últimas décadas, firmó apenas un puñado de
excelentes trabajos para películas en ocasiones tan irregulares como Teresa, el cuerpo de Cristo
o La celda.
Falleció tristemente a principios del año pasado, poco después de ultimar el
que ha resultado ser su último trabajo, una personal recreación del cuento
clásico de Blancanieves
repleta de fantasía y de hallazgos visuales.
Cuentan las crónicas de rodaje que
Ishioka concluyó este proyecto con un enorme esfuerzo, en medio de sus sesiones
de quimioterapia. Sin embargo, el trabajo que vemos en la pantalla es el de una
creadora en pleno dominio de sus facultades, que se enfrenta al género
fantástico sin las ataduras del historicismo y transita sin esfuerzo desde el
colorido rococó que viste la Blancanieves adolescente hasta la suntuosidad (y
la exageración) de los vestidos de la Reina interpretada por Julia Roberts.
“Cuando comienzo el proceso de diseño, mi primera tarea es enfrentarme a
una hoja de papel en blanco y dejar que mi mente vague por lo que quiero
expresar”. Así definió alguna vez Eiko Ishioka su proceso de creación, el que
para los críticos tenía mucho de particular. Primero estaban sus referentes, la
cultura de posguerra y la influencia de nuevos cines como la nouvelle vague y
el neorrealismo italiano. Junto a ello se encontraba la tradición milenaria de
Japón y la autodisciplina, la que Eiko consideraba fundamental para la
creación: “Un creador que no desarrolle la autodisciplina no realizará una obra
interesante e innovadora durante mucho tiempo”.
Aparte de la clara influencia barroca que caracteriza este guardarropa
también podemos encontrarle muchas alusiones a la naturaleza que realiza
utilizando estampados de flores y tocados que asemejan las plumas de los pavos
reales. Los modelos se caracterizan por enormes faldas, manguillas y cuidados
cortes en la parte superior.
En este impecable trabajo hay sitio también para volúmenes que recuerdan al
mejor Balenciaga (la prodigiosa capa amarilla que Blancanieves lleva en el bosque),
para extravagantes adornos navales, para el origami y los plisados que revelan
los orígenes nipones de Ishioka, y también para el vestido haute couture del
baile de gala de Blancanieves, un vestido de cisne que, paradójicamente, ha
terminado siendo el canto del cisne de una creadora única y excepcional en el
ámbito del vestuario escénico. Pero no sólo merecen atención los modelos
diseñados por Ishioka para Roberts y Collins, también quedarán para la
posteridad los más de 300 vestidos que confeccionó a mano para la escena en que
tiene lugar el casamiento de la Reina malvada, se trata de diseños muy
variopintos que asemejan un look operístico y exuberante con colores vibrantes,
con predominio de figuras geométricas. Para el baile de disfraces se crearon 10
máscaras pintadas de animales para los invitados, en vez de usar las más
habituales. Los peinados tenían que estar en proporción con los trajes. Por
ejemplo, si un vestido tenía un polisón que sobresalía un metro del cuerpo, la
peluca tenía que tener la misma proporción y ser lo suficientemente alta para
que parezca fuera de lo común.
La paleta de colores empleada por la diseñadora va desde los tonos pasteles
y celestes (para la dulce Blancanieves) pasando por los dorados, plata y rojo
sangre (para la malvada reina) hasta los verdes, fucsias, naranjas, morados (de
los extras).
Eiko Ishioka consideraba que su trabajo no era llamar la atención con sus
particulares diseños, sino que reforzar y animar el vocabulario visual de una
película. “Me gustan los diseños innovadores y monumentales, no los que se
limitan a explicar la historia o los papeles al público y no van más allá. Yo
quiero crear otra cosa: avivar la imaginación del público, estimular sus ojos y
conmover su espíritu”. Sin duda al ver el vestuario que diseñó para
Blancanieves podemos decir que su último trabajo lo logró con creces.
Como complemento a los extraordinarios vestuarios diseñados por Eiko cabe
resaltar que la famosa casa de cristales Swarovsky proporcionó toda la pedrería
que adornan los atuendos.
“Snow White and the Hunstman” diseños por
Colleen Atwood
La segunda propuesta del género
de la fantasía viene capitaneada por una de las vestuaristas más veterana y
prodigiosa de la industria cinematográfica. Estamos hablando de la talentosa
Colleen Atwood que hace dos años se llevó su tercera estatuilla dorada por el
vestuario de “Alice in Wonderland”. En esta oportunidad al servicio de Rupert
Sanders, Colleen se sumerge –como si no tuviera credenciales en el género- en
otra producción ambientada en el mítico, mágico y popularmente conocido reino
de Blancanieves, eso sí, una versión mucho más oscura y adulta que la realizada
por Singh.
Como cabría esperar de unas manos
tan creativas, la diseñadora nos ofrece un compendio de obras que más allá de
lo estéticamente hermoso y atractivo al ojo humano, representan
caracterizaciones y distintivos que identifican al personaje a lo largo del
metraje. De esta forma la paleta de colores empleado por la vestuarista va
sufriendo transformaciones en la medida que el personaje evoluciona dentro de
la historia. Para el vestuario de la reina Ravenna (interpretado por Charlize
Theron) Colleen principia con gamas que oscilan entre los beige, plateados,
luego pasa a tonos lánguidos y lóbregos hasta llegar a matices sombríos y
tenebrosos. Aunque la causa incluyó el diseño de centenares de armaduras de
corte medieval como las de Blancanieves y el Cazador, el verdadero proceso
creativo y la licencia de obra prominente se dio en la fase de creación del
estupendo vestuario de la malvada reina.
Para el personaje interpretado
por Charlize, Colleen confeccionó una docena de trajes cuya característica más
importante es que fueron elaborados meticulosamente a mano por su equipo de
colaboradores. Uno de ellos, el manto que Ravenna utiliza para desaparecer
mediante una bandada de cuervos, fue la primera prenda que la diseñadora
finiquitó para la producción ya que el departamento de efectos visuales tuvo
que hacerle tratamientos para elaborar la espectacular escena en la que sufre
la transformación. El manto, adornado con más de 400 plumas de gallo
previamente recortadas una a una para darle una presencia más espeluznante le
tomó a la modista más de cuatro semanas en finalizarlo. Su costo,
aproximadamente unos $32 mil dólares. Esta prenda que se convirtió casi en una
insignia de la película fue fraccionada para conservar la forma original del
diseño de Colleen. Sin embargo el vestido más bello puede ser el del casamiento
de Ravenna con el padre de Blancanieves, el Rey nefasto. Se trata de un vestido
de “inspiración arquitectónica severamente encorsetado” tal como lo define la
diseñadora. Confeccionado con tejidos traídos directamente de París y adornos
en oro importados desde Italia, este vestido se caracteriza por los ribetes de
cuero de los pliegues de su falda y las estructuras de pergamino de sus mangas
que simulan los huesos de un esqueleto. El vestuario de la reina solo puede
describirse como asombroso.
El equipo de Colleen Atwood buscó
telas por todo el mundo, desde caparazones de escarabajos tailandeses, pasando
por telas hechas en Turquía y lentejuelas fabricadas en China, hasta cotas de
malla diseñadas en el Reino Unido, pero hechas en India, así como joyas muy
especiales diseñadas por la famosa Cathy Waterman. Sin duda, un despliegue
impresionante, cuyo resultado es simplemente asombroso y absolutamente
perfecto.
Para el personaje de Blancanieves
interpretado por Kristen Stewart, Colleen tenía muy claro que no podía ir
vestida de rojo, azul y amarillo como la princesa de Disney. Atwood diseñó un
traje con un look más moderno que podía adaptarse a las diferentes etapas de la
película. El traje que lleva Blancanieves durante gran parte de la película
está confeccionado con un precioso fieltro verde realizado de varias capas, con
unas mallas debajo para que la actriz pudiera moverse libremente durante el
rodaje y así evitar reajustarlo constantemente. Empieza siendo un vestido
largo, pero en el viaje, el cazador decide acortarlo para la seguridad de la
princesa.
A medida que el personaje cambia,
también cambia el traje. Colleen Atwood diseñó una armadura que permitiera a
Kristen moverse fácilmente para así poder montar a caballo y luchar. La idea
era que a diferencia de otras personificaciones cinematográfica no fuera una
dulce niña sino una aguerrida joven, por lo que sus prendas tenían que poseer
la versatilidad suficiente para que se desplazara por los bosques sin
inconvenientes. Por lo que debajo de sus lánguidos vestidos se colocaron
pantalones de cuero y botas. Luego tras la huida de su presidio y al
convertirse en líder de la revolución contra la Reina Ravenna su ropaje fue más pesado con formas duras y
colores grisáceos para representar así el espíritu bélico de la joven heroína.